Así como nadie puede ser virtuoso sin religión, así también nadie puede ser religioso sin la Comunión. "Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, dijo Nuestro Señor, y si no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros; pero el que come mi carne y bebe mi sangre, posee la vida eterna y Yo lo resucitaré en el último día". Es un artículo de Fe: sin la Comunión no hay vida verdaderamente cristiana.
De aquí las urgentes exhortaciones de la Iglesia sobre la frecuente Comunión, reiteradas sin cesar. De aquí también los esfuerzos del demonio para alejar a los fieles todos, y principalmente a las almas piadosas, de la Santa Mesa. Y ha logrado mucho, porque, desgraciadamente, en el corazón de innumerables cristianos hay indiferencia y frialdad sumas acerca de este sacramento de vida, y en otros temores y escrúpulos que producen el mismo efecto, porque los privan de la felicidad de la Comunión o les impiden, siquiera en parte, sacar de ella el fruto conveniente.
Por su inmensa caridad para con estos últimos, San Alfonso María de Ligorio se consagró a resolver sus dudas y a disipar sus temores. Para alentarlas a que no se alejen de Jesucristo, cuyas delicias son estar con los hijos de los hombres, les muestra las condiciones y ventajas de la Comunión frecuente. Sigamos sin temor alguno las enseñanzas de este gran Doctor de la Iglesia.
- ¿Qué pensar, dice, de esas buenas almas que, fuera de la facilidad de comulgar a menudo, tienen el ejemplo de otros que se acercan a la Santa Mesa, mientras ellas se abstienen sin razón alguna? Veamos si son racionales sus excusas.
- No comulgo con frecuencia, dirá alguno, porque no soy digno. - ¡Ah! Si esta razón fuese aceptable, se seguiría que jamás seríais digno de comulgar. "El que no es digno de comulgar todos los días, tampoco lo será al cabo de un año". ¿Quién podrá ser una vez siquiera digno de la Sagrada Comunión? Sólo Nuestro Señor Jesucristo, que era hombre y Dios, ha comulgado dignamente, porque sólo un Dios es digno de recibir a un Dios.
¡Decís que no sois digno! ¡Pero ignoráis que dejando de comulgar os hacéis todavía más indigno? Mientras más os alejéis de la Sagrada Comunión, serán mayores y más repetidos vuestros defectos, porque estaréis necesitado de todos los recursos de los que es fuente preciosa la Sagrada Eucaristía.
De muy diverso modo raciocinaba una religiosa dominica. Decía: "Precisamente porque soy indigna, quisiera comulgar tres veces al día para no serlo tanto".
Casiano se proponía esta pregunta: "¿Qué será más conforme a la humildad? ¿Comulgar a menudo, o sólo raras veces?" Y responde: "El que comulga con frecuencia es más humilde, porque, conociendo su enfermedad, busca todos los días el remedio de sus males". Tal es igualmente la doctrina del Doctor Angélico: "Aunque sea agradable a Dios, dice, abstenerse de la Comunión por temor y humildad, sin embargo, prefiere el amor y confianza que se le demuestra recibiéndole".
- Pero no sé si estoy en gracia. - Decidme: para saberlo, ¿qué desearíais? ¿Esperáis, por ventura, un ángel del cielo que os lo venga a declarar? ¿No basta que el confesor os lo manifieste? Y podéis estar más tranquilo con lo que os dice el ministro de Dios que con lo que pudieran deciros todos los ángeles del paraíso. Puesto que lo que os pareciera oír de los ángeles podría ser una ilusión; pero en lo que se oye al padre espiritual, que ocupa el lugar de Dios, no hay error posible.
Siempre que el confesor os prescriba que comulguéis, guardaos de dejaros vencer por el demonio y de absteneros a causa de vuestros temores y escrúpulos. Y sabed que no hay desobediencia más perjudicial a un alma que la de abandonar la Comunión, porque este apartamiento procede de la falta de humildad, puesto que en el fondo de las cosas sólo obraréis de esta suerte porque preferís vuestro juicio al de vuestro director.
- No me atrevo a comulgar con frecuencia, porque caigo siempre en los mismos defectos, sin advertir enmienda alguna. - Respondo: Acercáos todos los días a la Comunión, para que cada día os aproveche. Pero debéis, sin embargo, vivir de tal manera, que merezcáis comulgar todos los días.
En cuanto a los que cometiesen pecados veniales con deliberado propósito, diciendo mentiras voluntarias, conservando algún resentimiento o alguna afección terrestre, o cometiendo otras faltas semejantes, a sabiendas de que constituyen un obstáculo para la perfección, sin procurar la enmienda; a todos ellos lo más que se les puede conceder es que comulguen semanariamente con objeto de adquirir la fuerza necesaria para no caer en pecados mortales.
Con mucha pena permitiría la Comunión frecuente a alguno que quisiese perseverar en determinado defecto, que sin ser claramente ni pecado leve, fuese en realidad opuesto a la perfección, sobre todo tratándose de la humildad y de la obediencia. Sin embargo, si el que se encontrare en esta situación no tuviese afecto al pecado venial y se abstuviese de toda falta voluntaria, dándose a la oración y a la mortificación de los sentidos y de las pasiones, el sacerdote podrá permitirle la Comunión cuatro o cinco veces por semana.
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