La falta de devoción sensible induce a creer a los timoratos que se encuentran en estado de tibieza. Este temor los llena de inquietudes para lo presente y sobre todo para el porvenir. Para consolarlos, San Alfonso explica claramente en qué consiste la tibieza.
"Hay, dice, dos suertes de tibieza, la una evitable y la otra inevitable. De ésta, ni los santos mismos se pudieron librar. Comprende todos los defectos cometidos por mera fragilidad y sin consentimiento pleno. Tales son las distracciones en la oración, las turbaciones interiores, las palabras inútiles, la curiosidad vana, el deseo de agradar, cierta sensualidad en el comer y beber, algunos movimientos de concupiscencia no reprimidos presto, y otras cosas semejantes".
"Debemos ciertamente evitar, en cuanto podamos, todos estos defectos; pero atendida la debilidad de nuestra naturaleza, corrompida por el pecado, es imposible evitarlos todos. Debemos, por tanto, arrepentirnos de ellos porque no dejan de desagradar a Dios; pero debemos guardarnos mucho de la inquietud que pueden causarnos".
"Estos pensamientos inquietos, dice San Francisco de Sales, no vienen de Dios, que es el principio de la paz; vienen siempre del diablo, del amor propio o de la falsa estima de nosotros mismos".
"Es, pues, necesario ahuyentar presto los pensamientos inquietantes y no atender a ellos. Estos defectos, dice el mismo Santo, siendo indeliberados e involuntarios, se borran con un acto expreso de la voluntad: basta para ello un acto de amor o de dolor. Son faltas, en verdad, pero no obstáculos para la perfección; o más bien, no impiden que caminemos a la perfección, que, como es sabido, no existe en realidad más que en el cielo".
"La tibieza evitable sí es un obstáculo para la perfección. Los tibios de esta especie cometen pecados veniales de propósito deliberado, aunque ven claramente que los pudieran evitar con el auxilio de la gracia. 'Dios nos preserva, dice Santa Teresa, de cualquiera falta deliberada, por pequeña que sea'. Tales son, por ejemplo, las mentiras voluntarias, las murmuracioncillas, las imprecaciones, las palabras picantes, las chanzas en que se ofende la caridad, el deseo de ser estimado, las afecciones demasiado humanas hacia los individuos de sexo diferente, etc. Todas estas cosas, continúa el mismo Doctor, son otros tantos gusanillos muy de temer, porque sus roeduras no se perciben sino cuando han acabado con las virtudes. El demonio se sirve de estos defectillos para conducirnos a mayores excesos".
"Escuchad la amenaza que Dios ha lanzado contra los tibios: No eres frío ni caliente; más te valiera ser frío; pero como eres tibio, empezaré a arrojarte de mi boca. Sí, más vale en cierto modo ser frío, privado de la gracia de Dios, que ser tibio. El que está frío puede despertar por los remordimientos, enfervorizarse y cambiar de vida; pero el tibio se aduerme en sus defectos sin pensar corregirlos y casi no da esperanza alguna de enmienda".
Por tibieza se entiende un estado habitual. Algunos pecados veniales deliberados, pero cometidos de tiempo en tiempo, no bastan para constituir un hábito. Es, sin duda, necesario evitarlos con toda diligencia; pero si a veces se cae en ellos, no hay que creer que a eso se refiere la amenaza de Dios.
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