No agradaba a San Francisco de Sales ese largo entretenimiento de algunos en investigar su vocación, ni ese profundizar, antes o después de abrazarla, sobre si hubo un verdadero llamamiento de Dios, y decía que sin revelación especial es dificilísimo conocerlo. Pues si respecto del estado de gracia, que es necesario para salvarse, no hay certidumbre de fe sobre si somos o no dignos de amor o de odio, mucho menos sobre el hecho de que Dios nos llame a determinada cosa.
¡Cuántas excelentes vocaciones como la de Saúl han tenido siniestro desenlace, y cuántas otras, forzadas y violentas, como la de Simón Cirineo, han terminado con éxito feliz!
Hay, decía nuestro Padre, quienes se rompen la cabeza y se alambican el cerebro a fuerza de meditar y consultar sobre el género de vida que deben seguir, sea el celibato, el matrimonio, la clausura o ta o cual estado en el siglo. Toda barquilla es buena para hacer el camino de esta vida mortal a la eterna; lo que importa es corresponder a la gracia y a la providencia de Dios, rogándole que en cualquier estado que abracemos nos tenga de su mano y nos conduzca según su Voluntad, porque este es el verdadero camino de la gloria.
Su consejo más frecuente era que cada uno permaneciese en su vocación y se complaciese en ella por amor a Jesucristo. "Porque, decía, gozarse en la propia condición es una especie de paraíso, y estar descontento por ella es un pequeño infierno. Desear lo que Dios quiere que seamos es la suprema felicidad en este mundo".
A un casado que deseaba cambiar de posición, so pretexto de practicar más especialmente ciertas virtudes, le escribió lo siguiente: "No améis nada en demasía, ni las virtudes mismas, las cuales se pierden a veces cuando se desea ir más allá. Ignoro si me entendéis, pero pienso en vuestros ardores y deseos, y atiendo a lo que me decís. Me parece que no es propio de las rosas el ser blancas; las rojas son las bellas y huelen más; sin embargo, la blancura es propia del lirio".
Seamos lo que somos y seámoslo bien. Fue burlado un pintor que, deseando pintar un caballo, hizo irreprochablemente un toro. La obra fue bella en sí, pero nada honrosa para el artífice, que tenía otra idea, y si logró buen éxito fue sólo por casualidad.
Seamos lo que Dios quiere, como seamos piadosos y no seamos lo que queremos contra su intención; porque si fuéramos las más excelentes criaturas de Dios, ¿qué nos aprovecharía eso si no fuésemos conforme a su voluntad?
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