Si obráis como se ha dicho, yo igualmente os aseguro que no os conviene recibir con frecuencia a Nuestro Señor Jesucristo, puesto que le amáis poco y tenéis pocos deseos de amarle. Sin embargo, reflexionad seriamente sobre ese tedio obstinado que no intentáis remediar, porque puede arrojaros tarde o temprano al abismo.
Salid, pues, de ese estado miserable; daos a Dios por el tiempo que os resta de vida y cuyo término está más cerca de lo que pensáis; trabajad en vuestra reforma lo mejor que podáis, y pedid la Comunión más frecuente. Si el confesor os permite, comulgad sin dificultades ni temores, dejando al mundo decir lo que quiera.
No temáis el dar cuenta a Dios de ello a la hora de vuestra muerte. Os lo digo y os lo aseguro. En vuestros últimos momentos no os arrepentiréis de las comuniones hechas con el permiso conveniente; más bien os dolerá haber omitido muchas sin razón alguna, y sólo por vuestro tedio o negligencia.
Santa Magdalena de Pazzis vio en el Purgatorio un alma que sufría por haber omitido una Comunión sólo por indolencia. Por esto, siempre que la Santa veía que alguna de sus religiosas dejaba sin causa la Comunión, experimentaba tal pena y desagrado, que muchas veces se la vio llorar por ello.
Sabed, pues, que entre todas vuestras devociones no hay alguna tan agradable a Jesucristo como la Santa Comunión. Y, en verdad, toda la perfección de un alma consiste en su íntima unión con Dios, y siendo la Comunión el acto que nos une más a Él, síguese que nada habrá más eficaz para perfeccionarnos. Por eso la misma Santa Magdalena exclamaba: "Mejor quisiera morir, que dejar una Comunión prescrita por la obediencia".
Después de San Alfonso, a quien pertenece todo lo anterior, oigamos a San Francisco de Sales. Este Santo Doctor decía que los que buscan excusas para no comulgar a menudo, se asemejan a los invitados de la parábola, los cuales produjeron la indignación del padre de familia, aunque las causas que alegaron para no concurrir al banquete parecían aceptables.
"Pero, dice el Santo, las excusas de los que se retiran de la divina Eucaristía, parecen más bien acusaciones".
"Unos dicen que no son todavía bastante perfectos; pero ¿cómo llegarán a serlo alejándose de la fuente de toda perfección? Otros, que son muy frágiles, y no miran que éste es el Pan que los hará fuertes; otros, que están enfermos, y no ven que allí está el Médico; otros, que no son dignos, y no recuerdan que la Iglesia hace repetir a todos, aun a los más santos, estas palabras: Señor, no soy digno de que entréis en mi pobre morada".
"Otros se excusan con el peso de sus negocios, y no oyen que el mismo Señor les da voces diciéndoles: Venid a Mí todos los que trabajáis y estáis sobrecargados, y yo os confortaré. Otros temen recibirlo para su condenación; pero ¿no temerán condenarse si de Él se alejan?"
"Otros pretextan humildad; pero de ordinario es falsa como la de Acaz, que se oponía a la gloria de Dios fingiendo temor de tentarle. Sobre todo, ¿cómo es posible aprender a recibir a Jesucristo sino recibiéndole? Sabido es que todas las cosas se aprenden ejercitándolas".
"El Salvador se queja del abandono de su pueblo; de que lloren los caminos de Sión porque nadie viene a sus solemnidades; de llamar a la puerta sin que nadie le abra; de que se le niegue la entrada a Belén. Es de temer que los que le abandonan sean abandonados, y que rechace en la otra vida a los que le rechazaron en está".
Si los mundanos os preguntan por qué comulgáis tantas veces, decidles que para aprender a amar a Dios, para purificaros de vuestras imperfecciones y sosteneros en vuestras debilidades.
Decidles que dos suertes de personas deben comulgar a menudo: los perfectos, porque sería una injusticia que teniendo las disposiciones debidas se alejasen de Jesucristo; los imperfectos, para poder caminar a la perfección; los fuertes, para no debilitarse; los débiles, para fortalecerse; los enfermos, para adquirir la salud; los sanos para no enfermar. Y manifestadles que en cuanto a vos, como imperfecto, débil y enfermo, necesario es que comuniquéis con Jesús, que es vuestra perfección, vuestro médico y vuestra fuerza.
Decidles que los que no tienen muchos negocios mundanos deben comulgar porque no les falta tiempo; y los que abundan en ocupaciones, porque los que trabajan mucho y están cargados de penas necesitan alimentos sólidos y frecuentes. Decidles que os acercáis a la Santa Mesa para aprender a recibir a Jesucristo, porque nada se hace bien si no se practica mucho.
Frecuentad la Comunión cuantas veces podáis con permiso del sacerdote, y creedme: a fuerza de adorar y alimentaros con Aquel que es la hermosura, la bondad y la pureza, os haréis semejantes, siquiera de lejos, a Jesucristo.
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